domingo, 9 de agosto de 2009

TRILOGÍA

Y ahí está mi señor
con su espada, blandiendo la espesura
del bosque.
Yo me acerco a él como una sierva
para luego desplegar mis alas de abeja reina.
Lo mataré como lo hacen las tarántulas.
Primero recogeré su semen.
Luego procrearé su especie.
Una oleada de bosque enramado, mar y piedra.
Nadie más que él y yo
sabremos de esta dádiva en muestra de amor
a nuestro dios.



Benevolencia para con sus súbditos, mi amo.
Muérdame la cuerda que me sujeta a sus tobillos.
Salto al vacío sin su amor.
Lo estrangulo con placer y vino rojo.
Estigmas de oro en su piel extranjera.
Extraño.
Monstruo.
Mi verdadero amor.


Piedra sobre piedra, hoy no deseo
más
que hacerle el amor a contraviento.
Tempestades se desatan en su cabeza de furia.
Sienta el dolor en sus espaldas.
Cabálgueme hasta quedar exhausto.
Pida más.
Pida más.
Que no le daré nada.

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